Reseña: Pre-Raduno 2022

Fue un verdadero acierto habernos animado a organizar el Pre-Raduno y un segundo verdadero acierto comenzar el desarrollo en La Biela. Buenos Aires y sus alrededores tienen una cantidad enorme de sitios en los que ya estuve antes, pero nunca me imaginé que me iba a hacer tan feliz volver a visitarlos. Ese café mítico de Buenos Aires es uno de estos lugares.

Entrar nomás es como pasar un portal del tiempo, es reencontrarse con esos mozos que ya forman parte del paisaje, con esas sillas y mesas que no sé si son cómodas pero no me importa, con esas paredes llenas de fotos de celebridades; es todo eso y más. Como el Café de Los Angelitos, o la Confitería Las Violetas. Hermosos. Un café con mediaslunas. What else?

La burocracia y sus eternos e incomprensibles laberintos, como una especie de Groundhog Day, donde todo vuelve al punto en que nada pasa, nos privaron de la posibilidad de exponer nuestras bellas máquinas en la avenida Quintana, pero afortunadamente en ese día y hora, tuvimos disponible la mitad del estacionamiento bajo la plaza del Pilar. Así que después de los abrazos (con barbijo) y las sonrisas matutinas, nos fuimos a buscar nuestras máquinas.

Un par de “vueltas a la manzana” y enfilamos para nuestro destino “granbonaerense.” Figueroa Alcorta al Norte rumbo a Provincia; dudaba sobre si tomar la Cantilo con peaje, quizás alguien no tiene tag y es una complicación, Pablo Cotti se acordó de que Dany Alegre había dicho que fuéramos por Alcorta hasta River y ahí cruzáramos el puente Labruna y de ahí… ya veremos.

Afortunadamente en un momento lo veo a Dany que me pasa y me le pegué como estampilla. Efectivamente, la cosa era cruzar el puente y después no tomar Cantilo, sino esa calle que va por los clubes, que pasa por debajo de la autopista y la General Paz y sale a Libertador por ahí.

A esa altura ya estaba lamentándome de no haber llevado una sombrilla en la Spider, porque el sol se clavaba verticalmente en mi cabeza (y en la de muchos otros) sin ninguna piedad. La gorrita no llegaba a aislarme suficientemente la pelada. Envidiaba el pelo de Dolores que salía por debajo de su gorra como gritándome: “Padrino pelado!”, como en los casamientos de antes.

Llegamos sin prisa y sin pausa a San Isidro y al momento ya estábamos ingresando en lo que sería el tercer verdadero acierto: Villa Ocampo. Esas casas fueron hechas para ser habitadas, pero sobre todo para ser vistas, para producir en el que las viera un efecto, un impacto. Y lo produce, con la falsa modestia de su arquitectura ecléctica y la abundancia de su soberanamente bien diseñado y puesto parque.

El Kir Royale con que nos recibieron fue una especie de bálsamo para mi recalentado organismo, con unos bocaditos que, como me suelte ocurrir, se agotaron antes de que terminara de saludar amigos y nuevos amigos. Mi cara y mi aspecto general, supongo, deben haber conmovido a la gentil camarera que me proveyó un segundo Kir Royale sin preguntarme siquiera si quería uno, pero se ve que esto no logró mejorar mi aspecto porque al poco rato iba por el tercero.

Qué fantástico que apenas te sentás a la mesa aparezca una burrata con tomates asados y aceite de oliva italiano! Y qué bueno que un ratito después te pongan delante un bife de chorizo al malbec y pimienta verde, acompañado con una papa rellena. La comida estaba muy soberbia, algunos hubieran querido el bife de chorizo más cocido, otro menos, pero no es tarea sencilla asar carne par más de 35 platos si no es promediando y eso es lo que hicieron, o sea que en promedio el bife estaba muy bien cocido, pero, sobre todo, estaba súper tierno y súper sabroso.

Cierto es que hubiera sido una rara excepción que saliera mal un corte así a la parrilla, aunque alguna vez me tocó la excepción de comer un bife de chorizo arruinado por una mano inexperta. Lo que, para mí, de verdad fue un evento en sí mismo fue el postre. La tarte tatin estaba es-pec- ta-cu-lar! Riquisima! Agregale un buen tinto, un malbec, de esos que no fallan, y tenés un almuerzo soberano. Por lo menos así lo viví yo.

Y la charla, la charla eterna sobre lo que nos interesa más que casi todo en el mundo: los autos. Porque además de nuestras, siempre bien puestas máquinas, hubo autos invitados que vinieron a participar del Pre-Raduno trayendo a sus conductores y acompañantes. Hubo lindas cosas para

ver, autos muy prolijos, máquinas muy bien cuidadas. En las fotos del amigo Landler y las del amigo Tillous los podrán apreciar.
Y, por supuesto, es lindo cuando la charla se extiende y se amplía con quienes traen sus nuevas historias para compartir con nosotros, es lindo, le agrega condimentos a la sobremesa y nos ofrece la oportunidad de compartir más lo que nos apasiona. Y, por qué no decirlo, también nos da alegría haber logrado convocar a personas que en el mismo instante ya son amigos nuevos. Al final, es como dice un refrán que vi en una pub en County Wicklow: “There are no strangers here, only friends that haven’t met yet.”(1)

Y la conversación seguía interminable y es como que en realidad uno no quería que terminara, pero en un momento me desconecté de lo que nos estaba contando Luis Antúnez y me di cuenta de que hacía un calor de los mil demonios, pero ya se había terminado el almuerzo y nuestro primer Pre-Raduno llegaba a su fin, así que despacio y por la sombra nos fuimos a buscar nuestras máquinas bellas para emprender el regreso a nuestras casas or whatever.

La próxima será, seguramente, una cena en el Clásicos, a principios-mediados de marzo, y después la cita ineludible con el evento que todos esperamos: el Raduno Italiano, que en su décimo séptima edición, se desarrollará el sábado 26 de marzo, SEUO, como escriben los periodistas, por las dudas y para salvar su credibilidad.

(1) Un quote de William Buttler Yeats.
fotos de Fotolandler

por Fredy Yantorno

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